sábado, 13 de diciembre de 2014

"LA NAVIDAD DE LA SEÑO MARILUZ" (2013)

Mari Luz, la nueva profesora de Carlitos era muy especial. “A diferencia de casi todos vosotros yo cumplo años dos veces cada año”. Y es que la joven había sobrevivido a un terrible accidente del que le habían quedado numerosas secuelas. Decía que su segundo cumpleaños era el día de Nochebuena. “Ese día llevaba ya dos meses en coma, luchando entre la vida y la muerte, hasta que el canto de un Villancico de un coro que trataba de animar a los pacientes en el Hospital me despertó. Por eso para mí la Navidad tiene un sentido tan especial”.

Tras cumplir con la tradición de plantar y vestir el árbol en los días cercanos a la Inmaculada, les dijo a sus alumnos: “Este año os voy a hacer vivir una Navidad que recordaréis siempre”.


Cada día, cuando los niños entraban, les arropaba con música ambiente. Una dulce melodía que estimulaba sus moldeables sentidos. Las clases resultaban más agradables de aquella manera. Cuando parecía que el ánimo iba menguando, paraba la clase y los llevaba junto al árbol. “Coged el cojín que os dije que trajeseis y sentaos alrededor del árbol” Una vez todos en su sitio les hacía cogerse de la mano: “Cerrad los ojos y respirad lentamente tal y como os vaya indicando”. Poco a poco, sumidos en el remanso de paz en el que iban entrando, les deleitaba mediante un relato navideño con voz, tono y pausas sugerentes, propicios para ser vividos desde la inocencia. Un día tocó oler la Navidad, otro olfatear los sonidos, uno de ellos les propuso escuchar con el corazón, “no con los oídos que eso ya sabéis hacerlo desde siempre”.
El último día de clase, preludio a las vacaciones escolares, tras el habitual relato con que les regalaba cada día, les propuso tocar la Navidad. “Nos ponemos de pie y con los ojos cerrados vamos a andar por la clase. Hoy no os molestarán las mesas y sillas, las he retirado antes de que entraseis. Con vuestras manos id cogiendo trozos de Navidad, los oléis, los escucháis y los tocáis. Si es preciso los masticáis. Yo cuidaré de que no choquéis ¿vale? Seguid mis palabras. Orientaos por la música. Y…, lo más importante, dejaos guiar por vuestro corazón”.
Mari Luz les iba poniendo en sus manos ora un juguete, ora un trozo de dulce, o bien un peluche, un espumillón o una figurita del Belén. A uno le hizo tocar una ramita del árbol en el  momento en que la hacía crujir. A otro le puso las manos en el altavoz del equipo musical para que notase el “bum bum” del tambor,… o de la zambomba, ¿o era el chin-chin del metal de la pandereta?  A otro le hizo frotar fuertemente las manos para que sintiera el calor de una hoguera…

Era Nochebuena. Carlitos había ido con sus padres a cenar a casa de los yayos como dicta la costumbre. Volvían a ser unos quince, contando a primos, tíos y por supuesto a sus abuelos. Aunque este año, la abuela no había preparado la cena. Estaba en la cama muy malita. Entre toda la familia organizaron la velada. Pero…, algo no iba bien. “No gritéis que la yaya está malita”, “Baja la música niño”, “Esa pandereta”, “No corráis”… ¡Demasiadas quejas!
“¡Esto no es la Navidad de Mari Luz!”, pensó Carlitos, desde la inocencia de sus recién estrenados siete años. “Bueno, ni la de la seño, ni la del año pasado, ni la que a la yaya le gustaría”.
Así que ni corto ni perezoso se fue a la habitación de la yaya. Vio luz por debajo de la puerta y sin llamar entró. La abuela respiraba con dificultad, incorporada sobre varios almohadones. Caladas sus gafas, trataba de leer un pequeño libro. Carlitos fue hasta el borde de la cama, se sentó y tomó la mano de la yaya entre las suyas. Sin apenas mirarla empezó a contarle que el último día de clase había comido un trozo de Navidad, olido y gustado la Navidad. La abuela cerró el libro y por indicación de su nieto cerró los ojos mientras Carlitos fue repitiendo lo que había retenido del último día de clase. No recordaba que en la habitación de la yaya hubiera música pero… ¡él la sentía!, incluso la abuela decía ver los sonidos y escuchaba los colores. Olían el verde del pino y se deslumbraban por el dulce sonido de la estrella que coronaba el Portal de Belén que le habían puesto sobre su cómoda.
El color de la vida volvió al rostro de la yaya que de repente ya no precisaba de los almohadones para poder respirar. Pidió a Carlitos que le ayudase a colocarse el batín y que le acercase el bastón con el que solía apoyarse para caminar. Hacía casi dos meses que no lo empleaba, el tiempo que llevaba postrada en cama. “Si tu seño se levantó tras el accidente que me has contado, no voy a ser yo menos. Vamos a enseñar a esta familia como se vive la Navidad”
La sorpresa de todos fue mayúscula. “¡La yaya levantada!”, “…qué buen color que exhibe”, “…vaya ánimo”

Cuando llegó el momento de ir al árbol para recoger los regalos como era tradición esa noche, la yaya pidió un momento de silencio. Llamó a Carlitos a su lado y pidió que la acompañasen en un brindis de agradecimiento. Ante el  asombro de todos dijo: “Gracias Mari Luz por habernos permitido recuperar la Navidad”. Carlitos la acompañó cerrando el puño y haciendo un gesto como si hubiese metido un gol con su equipo, gritando por lo bajo “Bien”


                                                                                               José Andrés Salazar
                                                                                               Navidad 2013



2 comentarios:

  1. Sigue escribiendo q que lo haces muy bien y encima...te gusta! Que mas se puede pedir? ;)

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  2. Muchas gracias guapa. Te seguiré pidiendo opinión siempre.

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